Hace la friolera de 21 años, una joven pareja formada por Cristina y Salva deciden alquilar un pequeño kiosko a pie de playa. Buscan labrarse un porvenir, construir un futuro juntos a través de la creación de un restaurante en Torremolinos. Para arrancar se embargan en préstamos a familiares y amigos, se endeudan con todo el mundo. Sobraba ilusión en el proyecto, pero faltaba dinero.
Ninguno de los dos poseía experiencia en el negocio. Aprenden a base de cursos, muchas horas de trabajo y dedicación, y sobre todo, a base de errores. Empiezan a descubrir cuál es el camino a seguir tras desviarse de la senda continuamente. Pero hay algo que no ha cambiado desde el nacimiento de este proyecto de vida: el trato amable con el cliente, al que hacían sentirse como en su propia casa.
